Literatura

El libro viejo y el mar

Entre montones de novedades, recomendaciones y libros para leer en verano, recuperamos un clásico como Hemingway y su metáfora del pescador para estos tiempos convulsos y de incertidumbre laboral.

Llegan las cortas horas en las que, tumbados frente al mar, leemos con una cerveza al mismo tiempo que los bañistas van y vienen por la orilla. Los devoradores de párrafos solemos engullirnos en la tumbona o la toalla mientras el mundo playero gira a nuestro alrededor. En estos días, son muchas las revistas y periódicos que lanzan interminables listados o recomendaciones sobre libros para leer en vacaciones. Títulos de novedad con nombres de autor@s, conocidos en mayor o menor medida, ocupan estas listas numeradas a criterio de la fuente que los publica. Por mi parte, nunca he hecho demasiado caso a estos pódiums que ofrecen las secciones culturales, y me he solido guiar por un instinto, a veces, acertado, a veces, fallido.

Durante estos años, han sido muchos los libros que dormían en la maleta de camino a la playa. Novelas de todo tipo que rescaté de la estantería o compré a última hora con el objeto predeterminado de comenzar cuando los pies pisaran la arena. Sin embargo, por ahora, solo hay un título que aún resuena en mi memoria por encima de los demás. Es probable que, si usted está leyendo este artículo haya visualizado el suyo, y a mí me gustaría contarle el porqué del mío. Para ello debemos remontarnos al dos mil once, año convulso con el 15M, el fin de ETA, primer gobierno de Rajoy y una burbuja inmobiliaria a punto de explotarlo todo por los aires. Ese año me entregan el diploma que otorga el punto final a la carrera universitaria y a partir de ahí se abre un abismo oscuro de crisis que ofrece un futuro desgarrador para los jóvenes. Puesto el escenario, debemos hablar de la historia de un muchacho que vierte por los rincones durante meses centenares de currículos sin apenas respuesta. A partir de ahí, la literatura entra por vía venosa cada mañana para ahuyentar los demonios de un panorama laboral desierto y sin oportunidades.

Aquel verano no hubo playa, todo quedó resumido a las piscinas municipales y las albercas del pueblo. Por las mañanas, frente a una ventana donde solo había tejados naranjas y gatos callejeros el teclado era la liberación y la balsa ante la desesperación de lo ocioso. En ese mes de julio, llegó a mis manos El viejo y el mar del premio Nobel de literatura Ernest Hemingway. Recomendada por un amigo, al principio aquella novela corta divaga por la mesa de mi escritorio un par de días hasta que al fin, en una siesta de aburrimiento, comienzo su lectura. El estilo ligero de Hemingway pronto me seduce y la metáfora del protagonista logra generar una conexión que aún recuerdo. Santiago, el viejo pescador que a Hemingway termina por darle la mayor gloria literaria, es un anciano que maltratado por la suerte se lanza al mar en busca de un gran pescado. En aquel dos mil once (tal vez una situación laboral similar a la que sufrimos ahora), todos los jóvenes éramos pescadores de oportunidades en un mar vacío. No quedaba otra que, como Santiago, lanzar la barca a las profundidades en busca de un golpe de suerte, de un pez que lograse sacarnos de las interminables listas del desempleo.

En El viejo y el mar, la soledad ocupa un papel importante. El protagonista se enfrenta a su pasado, pero, sobre todo, a un presente donde se observa anciano e incapaz de conseguir los logros de antaño. A esas barreras, lo hace subido en su humilde barca y rodeado de un infinito azul donde únicamente tiene sus recuerdos y una fuerza tenaz de perseverancia. Es esa lucha contra la adversidad lo que hace que la novela sea una  clara lección de que jamás hay que rendirse. El viejo debe de enfrentarse a tiburones, a las aguas y el Sol y aun así su objetivo es claro: regresar a casa con el gran pez.

Aquella novela marcó el verano de dos mil once. Las líneas que Hemingway logra crear con tal maestría hicieron que mi voluntad marchita renaciera de nuevo, al igual que el espíritu de combate de Santiago y su ilusión de regresar a la playa con su nueva captura. El viejo pescador quería demostrarse a sí mismo que nada está perdido si se tiene voluntad.

Muchas veces las cosas no suceden como se desea, y para ello están los libros que nos acompañan. Como la mayoría de publicaciones, sería fácil enumerar un listado de quince o veinte títulos de novedad que se encuentran actualmente en las librerías. No es mi intención quitar mérito a estos libros, todo lo contrario, aplaudo hasta quemarme las palmas de las manos a todos los escritores y escritoras que se siguen enfrentando a la jungla editorial. Con este artículo pretendo alejarme de lo convencional y recomendar mi novela de verano envuelta en la historia que así lo hizo. El viejo y el mar me enseñó que está dentro de nosotros la fuerza motriz para cambiarlo todo, y que siempre es necesario volver a levantarse.

Acerca de Manuel Molina

Manuel Molina (Daimiel, 1984) es graduado en Relaciones Laborales y Recursos Humanos. Ha publicado la novela 'Arena en la garganta' (Acen editorial) y varios relatos sobre el mundo rural para antologías en la editorial Playa de Akaba. Desde hace años participa con artículos de opinión y cultura en medios regionales manchegos. En la actualidad se encuentra inmerso en su segundo proyecto literario.

1 comments on “El libro viejo y el mar

  1. José Manuel

    Muy buen artículo Manuel. Una gran obra la recomendada y gran similitud entre la novela y la realidad que describes.

    Me gusta

Deja un comentario