El doble estándar
Que los media (prensa, cine, televisión, internet…) están hiper sexualizados no es ninguna novedad. La representación de la mujer en la pantalla, sin ir más lejos, ha estado durante décadas minada de dobles raseros que la obligaban a resignarse a una representación estética plagada de tópicos sexistas en los que su imagen se veía insultada reiterativamente de forma figurada y, en muchas ocasiones, de forma literal. Es evidente que las cosas han mejorado mucho -¡gracias a Dios!-, y que hoy existen personajes femeninos mucho mejor escritos que antes –que no «personajes femeninos fuertes», por favor, no caigamos en eso. Las mujeres son fuertes de por sí, no hagamos como que las mujeres fuertes son una excepción. La excepción son los personajes femeninos bien escritos–. Pero no todo es lo que parece: la sexualización es una mala hierba y, en el cine, no solo nos afecta a nosotras. Sea como sea, hay que cortarla de raíz.
Con el auge del feminismo ha habido una mayor proyección de las voces autorizadas que denuncian esta situación, sí; pero los hombres se han quedado un poco desamparados en el asunto. ¿Estoy diciendo que lo tienen peor? No, ni de lejos; no nos volvamos locos. Sigue sin ser comparable; la brecha salarial sigue siendo muy amplia, entre otros problemas. Pero eso no justifica que hagamos oídos sordos ante aquellos ejemplos en que nuestros colegas masculinos de la industria se ven expuestos a estas muestras de atención -y faltas de respeto- tan difíciles de asumir.
El doble rasero sigue existiendo; pero, lamentablemente, parece que se le ha dado la vuelta. Hemos perdido la dirección de nuestra meta. Ésta no era «como a nosotras nos han tratado fatal, ahora a vosotros también, y os jodéis». La meta debería ser, más bien: «esto no tendría que pasarle a ningún actor ni actriz del mundo».
Sabiendo lo que sabemos hoy en día, y con una mayor concienciación -generalizada- ante este tipo de conductas, es inevitable que en algún momento una se pregunte, contemplando determinadas escenas: «Y esto… ¿por qué ha sido?. ¿Qué me quería decir la peli con esta situación?. ¿Qué aporta a mi vida?». O, también: «¿Qué aportaba a la película, qué le ha aportado al actor, además de horas de gimnasio y una dieta que no debe haber sido sana en absoluto?» (muchos se ven sometidos a un proceso conocido como deshidratación, consistente en reducir la ingesta de líquidos para resaltar la musculatura).
En resumen: esta escena sin camiseta… ¿Estaba justificada? Y eso es lo que quiero comprobar.
Para exponer esta teoría, de hecho, hemos escogido varias situaciones dentro el Universo Cinematográfico de Marvel (de ahora en adelante MCU, por sus siglas en inglés), por varias razones: son películas de fácil acceso para todo el mundo –por lo menos alguna suena –; al estar todas incluidas dentro del mismo universo y, por ende, producidas por el mismo estudio, nos parece una comparación justa; y ofrece ejemplos en ambos extremos. Bueno, también hay un ejemplo de la competencia, y no puedo justificarlo con las mismas razones; pero es que es también muy pertinente -e interesante-, ya lo verán.
El método
A la hora de abordar el asunto, la metodología de aproximación contará con tres herramientas, o chivatos. Los tres, en realidad, girarán en torno al mismo tema; son, simplemente, tres maneras distintas de enfocar la realidad, en caso de duda. Es posible, también, que a veces un chivato dé una respuesta que contradiga la conclusión de otro; pero el contraste será lo que nos dé la respuesta final. Así que allá vamos; estos son los elementos en los que nos tenemos que fijar para juzgar la pertinencia de la escena:
- ¿Hay acción rodeando al hombre sin camiseta?
- ¿Lo primero en lo que te fijas es en el hombre sin camiseta? ¿O te llama la atención otra cosa y esto es anecdótico?
- ¿Qué quiere la película que veamos en este momento?
La respuesta correcta debería ser, en cualquier caso, que este semi-desnudo es: o bien anecdótico -hasta el punto de ser olvidable, y de no representar el centro mismo de atención per se– o bien accesorio para la acción que lo rodea. Si los chivatos no son capaces de ofrecer una respuesta conclusiva a estas preguntas: estamos ante un desnudo innecesario.
Los casos
Ant-Man (2015, Peyton Reed)
Paul Rudd interpreta al hombre hormiga, Scott Lang, en la duodécima película del MCU. En esta escena -que mostramos más abajo-, Scott ha estado entrenando con Hope (Evangeline Lilly) y, resumiendo, ella le ha dado una buena somanta. Scott, de hecho, se encuentra lamiéndose las heridas cuando ésta le pregunta: «¿estás bien?», a lo que él no le responde nada concreto. Y, entonces, llega el momentazo:

Pongamos los chivatos a prueba:
- ¿Hay acción rodeando al hombre sin camiseta? No. Por no haber acción, casi no hay nada rodeándolo. Estaban entrenando en un sótano muy austero, por lo que parece.
- ¿Lo primero en lo que te fijas es en el hombre sin camiseta? Es en lo primero y es en lo único; no hay más: ni una conversación ni un gesto concreto por parte de ninguno de los protagonistas.
- ¿Qué quiere la película que veamos en este momento? Me remito a las pruebas fotográficas.
Ha sido súper fácil, ¿verdad? Paul, puedes volver a ponerte la camiseta. Thank you, next.
Thor (2011, Kenneth Branagh)
El australiano Chris Hemsworth da vida al dios del trueno, Thor. El pobre Hemsworth es probablemente el actor del MCU que más momentos sin camiseta ha tenido que calzarse. Pero voy a analizar solo uno, el de su primera película en el papel.
En él, Thor llega a la Tierra (procedente de Asgard) y, más perdido que un pulpo en un garaje, es socorrido por la Doctora Jane Foster (Natalie Portman), que le ofrece cobijo, ropa y comida.

- ¿Hay acción rodeando al hombre sin camiseta? Ninguna en absoluto. Se está vistiendo, simplemente.
- ¿Lo primero en lo que te fijas es en el hombre sin camiseta? Inevitablemente.
- ¿Qué quiere la película que veamos en este momento? Creo que ha quedado claro.
Lo siento, Chris; vale que hace calor en Nuevo México, pero ponte la camiseta, por el amor de Odín.
Iron Man (2008, Jon Favreau)
En la película que inaugura el MCU, Tony Stark (Robert Downey Jr.) sufre un terrible accidente que hace que peligre su vida. Afortunadamente, y con la ayuda de Yinsen (Shaun Toub), que le da la idea original, Stark construye un artefacto que incrusta en su pecho para salvarse la vida. En esta escena, concretamente, tiene que reemplazar dicho aparato para evitar que el remedio no sea peor que la enfermedad, y le pide ayuda a su adorada Pepper Potts (Gwyneth Paltrow).

- ¿Hay acción rodeando al hombre sin camiseta? Sí. Previamente Tony se ha arrancado el reactor y, en esta escena, Pepper se ve obligada a introducir su mano en la cavidad torácica del personaje para tirar de un cable y reemplazar el dispositivo por uno nuevo.
- ¿Lo primero en lo que te fijas es en el hombre sin camiseta? Sí, si asumimos que lo primero que vemos es que dicho protagonista tiene un agujero en el pecho.
- ¿Qué quiere la película que veamos en este momento? Dos cosas. En primer lugar, el reactor ARK que mantiene con vida a Tony, evitando que los pedazos de metralla alcancen su corazón, y cómo funciona exactamente. En segundo lugar; nos aporta un momento íntimo entre Tony y Pepper, en el que nos queda claro que Tony confía en ella hasta el punto de llegar a poner su vida entre sus manos, de forma literal.
Enhorabuena al padrino del MCU. Nos la quedamos.
Capitán América: el soldado de invierno (2014, Joe y Anthony Russo)
En la segunda parte de Capitán América, Sebastian Stan retoma el papel del sargento James Buchanan Barnes, alias Bucky –alias ‘El soldado de invierno’ –, y el pobrecito lo pasa muy mal.
Para aclarar las cosas: en la primera entrega, Bucky es el mejor amigo de Capitán América. Es decir, es de los buenos. Mientras que, de pronto, nos lo encontramos atentando contra la vida de numerosas personas y sembrando el caos en la ciudad con un… ¿Brazo metálico?

- ¿Hay acción rodeando al hombre sin camiseta? En esta escena, Bucky está atado a una silla, le han colocado electrodos en la cabeza, lleva un mordedor en la boca, y le están haciendo un electroshock. Además, se encuentra rodeado por todos los personajes que anteriormente hemos descubierto que son malos.
- ¿Lo primero en lo que te fijas es en el hombre sin camiseta? Hay demasiadas cosas sucediendo, y, aunque el torso de Stan sea lo primero que veas, no puedes sino fijarte en que el brazo metálico está incrustado en su cuerpo de forma aparentemente dolorosa; tiene la piel en carne viva. Da un poco de asquito, no quieres mirarlo, pero tampoco puedes apartar la vista de él.
- ¿Qué quiere la película que veamos en este momento? Esta escena confirma que Bucky está siendo retenido en contra de su voluntad, nos explica cómo están llevando a cabo el lavado de cerebro que le está obligando a hacer cosas malas, y nos enseña la naturaleza del característico brazo metálico del personaje.
La compramos.
Black Panther (2018, Ryan Coogler)
La nominada al Óscar en varias categorías (y ganadora de Mejor Banda Sonora, de Ludwig Göransson) cuenta la historia del rey de Wakanda, T’Challa. Éste es el superhéroe ‘Black Panther’ y ya fue introducido en la película anterior del MCU, Capitán America: Civil War.
Esta cinta -como tantas otras- tiene un par de escenas en las que hay varias personas sin camiseta. Básicamente, Winston Duke (M’Baku), Chadwick Boseman (T’Challa/Black Panther) y Michael B. Jordan (Killmonger / Erik Stevens / N’Jadaka). ¿Justificadas? Veámoslo.
En primer lugar -cronológicamente-, nos encontramos en topless a Winston Duke y a Chadwick Boseman.

- ¿Hay acción rodeando a estos dos hombres sin camiseta? Están a punto de enfrentarse en una lucha ritual para determinar quién es digno del trono de Wakanda, así que sí.
- ¿Lo primero en lo que te fijas es en los hombres sin camiseta? El enfrentamiento tiene lugar cuando M’Baku irrumpe en la ceremonia de coronación de T’Challa. No estás, por tanto, pensando en los abdominales, sino en que uno de estos hombres puede potencialmente matar al otro antes de que acabe la escena y la coronación.
- ¿Qué quiere la película que veamos en este momento? Un contexto cultural en que tiene cabida la tradición y los procesos rituales más antiguos; se introduce, en él, a un personaje opuesto al protagonista (que puede que sea el antagonista, puede que no), y es una de las muchas oportunidades que tiene la historia para demostrar la principal cualidad de T’Challa, que muestra clemencia y le perdona la vida a M’Baku cuando no tenía por qué.
Es, sin duda, una escena llena de emociones y, como en un combate de boxeo, no te preguntas por qué no llevan camiseta los responsables de la acción. El siguiente enfrentamiento: Boseman vs. Jordan.

- ¿Hay acción rodeando a estos dos hombres sin camiseta? El pobre T’Challa está teniendo una mala semana y no dejan de disputarle el título; de la nada aparece este tipo que dice que es su primo, que tiene derecho al trono y que también le reta en combate ritual.
- ¿Lo primero en lo que te fijas es en los hombres sin camiseta? Si bien antes las intenciones de M’Baku pillaron por sorpresa al espectador, aquí Killmonger viene dejando claro desde el principio que va buscando pelea, y te preguntas qué puede pasar. Incluso el resto de los personajes está en un estado de tensión mucho más significativo que en la lucha anterior: se preguntan si deben intervenir, lo cual va contra la tradición.
- ¿Qué quiere la película que veamos en este momento? La pelea en cuestión, y el torso lleno de cicatrices de Killmonger. Éstas han sido autoinfligidas y presume de ellas porque cada una representa a una persona a la que ha matado. Ahí es nada.
En ambos casos, la circunstancia de que estén sin camiseta es absolutamente anecdótica. Bien hecho, Black Panther.
Capitán América: el primer vengador (2011, Joe Johnston)
Chris Evans encarna por primera vez a Steve Rogers en la quinta película del MCU, y es la única de la serie en la que aparece sin camiseta. Nos alegramos por él; recordemos que ya ha cumplido condena suficiente con Marvel –interpretó a la Antorcha Humana en dos películas en las que aparecía respectivamente sin camiseta–. Suavizaría el golpe saber si esta escena en cuestión está justificada, ¿no?
Aquí, Steve llega en compañía de Peggy Carter (Hayley Atwell) al laboratorio donde va a recibir el sérum y la radiación vita que lo va a convertir en un super-soldado.

- ¿Hay acción rodeando al hombre sin camiseta? Rogers acaba de someterse al proceso por el cual el ejército espera fabricar una brigada de super-soldados.
- ¿Lo primero en lo que te fijas es en el hombre sin camiseta? Sí. Tú, Peggy Carter y todos.
- ¿Qué quiere la película que veamos en este momento? Que el experimento ha tenido éxito, y que el chico escuchimizado de 42 kg. y 1’64 m. que llevamos viendo toda la película se ha convertido en un jamelgo de 108 kg. de músculo y 1’88 m. de alto.
Ahora bien: también podríamos argumentar que en este caso sí que está justificado que Evans no lleve camiseta, porque la cuestión, aquí, es que Rogers entra en el ejército siendo una piltrafilla con asma, hipertensión, palpitaciones, y mucho más. Lo que nadie se explica es cómo en 1942 un chaval con todas esas dolencias ha llegado a los 25 años. Evidenciar esa evolución es la finalidad de este momento.
Pero… si el cambio es tan radical… ¿Era de verdad necesario que no llevara camiseta? Es decir, siendo los dos físicos tan diferentes, ¿no se ve a simple vista? ¿No podía haber entrado Rogers en la máquina con la camisetilla militar que llevaba puesta unos segundos antes?

Seamos sinceras: Chris Evans podía haber salido de esa máquina con un jersey de cuello vuelto y un forro polar que el cambio se habría notado igual. Lo siento, Chris, te han vuelto a quitar la camiseta para nada.
Spider-man: a la tercera va la vencida
El método ha quedado suficientemente claro, lo sé, pero sigue escuchándome un momento y léeme un poquito más.
El de Spider-man es un caso interesante porque el personaje del MCU no es el primero que aparece en la historia del cine arácnido vestido de blaugrana y lanzando telarañas por doquier; es el tercero (después de dos secuelas independientes que poco tenían que ver con la actual); y podría argumentarse, por tanto, que empieza a estar un poco manido. Es, digamos, el Batman del MCU: empieza a haber demasiados; y hay más superhéroes, por favor; administremos más sabiamente el material.
Será por eso que en este reboot se decidió optar por un comienzo distinto. En vez de empezar con un Peter Parker pardillo que no tiene todavía poderes, como en las dos anteriores, nos introducen a un Peter Parker molón que aparece directamente, sin mediación, en el meollo de Capitán América: Civil War (2016, Joe y Anthony Russo), convertido ya en el hombre araña y dispuesto a combatir con el resto de Vengadores de igual a igual -más o menos-. Nos saltamos, por tanto, la picadura de la araña y la trágica muerte del tío Ben – que menos mal, porque Marvel nos iba a tener que empezar a pagar un psicólogo-.
Dicho esto; si recordamos las versiones de Andrew Garfield y Tobey Maguire, la escena sin camiseta se enmarcaba en el momento en que Peter descubre que tiene poderes, y se evidencia con un cambio físico potente. ¿Lo compramos, entonces? Por no discutir; digamos que sí. Pero si en Civil War Peter Parker ya tiene sus poderes sin necesidad de habernos mostrado a un Peter Parker anterior, escuchimizado e inseguro, sino que ya está hecho un hombretón… ¿Para qué nos ponen, entonces, a Tom Holland en calzoncillos en la siguiente película, Spider-man: Homecoming (2017)? Apliquemos los chivatos, pues.

- ¿Hay acción rodeando al
hombrechico sin camiseta? Hmmm… bueno, sí y no; está su tía a punto de entrar a su habitación y Peter lanza el traje de Spider-Man lejos de sí, quedando en calzoncillos.
- ¿Lo primero que ves es al
hombrechico sin camiseta? Sí. El plano se recrea en el muchacho.
- ¿Qué quiere la película que veamos en este momento? Ya se sabe que tiene poderes y una forma física sobrehumana porque ha salido en la peli anterior, así que entendemos que lo único que hay que ver aquí es… a Tom Holland como tal.
Y lo que es más preocupante, puede que Tom Holland en ese momento tuviera 20 años, que fuera mayor de edad, vale; pero Peter Parker no. La historia nos lo muestra como a un chaval de instituto, lo cual me lleva a la pregunta que todos nos hacemos: por qué esta insistencia en sexualizar a personajes; y, peor aún, a personajes que son menores de edad y que no deberían tener la intención de aparentar.
Bonus Track: Wonder Woman (2017, Patty Jenkins)
Vale, el método ha quedado ya suficientemente claro, lo sé; y este ejemplo ni siquiera es del MCU, que es lo que llevamos analizando todo el rato; pero no se levanten todavía de sus asientos y no abandonen la sala sin analizar antes una última actuación:
En Wonder Woman, Steve Trevor (Chris Pine) se estrella en la isla de Diana (Gal Gadot) y las habitantes -todas mujeres, todas guerreras- tienen la amabilidad de darle cobijo y de dejar que se bañe durante su estancia, para quitarse la mugre y el tufillo patriarcal. Y pasa esto: Steve sale del agua completamente desnudo y se topa de frente con Diana, la protagonista. Vamos al lío:

- ¿Hay acción rodeando al hombre sin camiseta? Acaba de salir de la bañera y ‘Wonder Woman’ coge y le pregunta que si es un «ejemplo típico» de su sexo, acostumbrada como estaba a ver, exclusivamente, a mujeres a su alrededor.
- ¿Lo primero en lo que te fijas es en el hombre sin camiseta? Correcto.
- ¿Qué quiere la película que veamos en este momento? Bueno, ¿nosotras? Los abdominales de Chris Pine. ¿’Wonder Woman’? Otras cositas, no sé si me explico…
Estrictamente hablando, podríamos decir que Steven Trevor ha fallado el test. Pero, pero… ¡OJO CUIDAO’! Un momento: STOP, in the name of love.
Hay que tener en cuenta que Diana se ha criado en una isla en la que no existen los hombres, y, por tanto, jamás había visto a uno antes en persona –y mucho menos desnudo –, así que coge y le pregunta a Steve -el primero al que observa ever– que si es «un ejemplo típico» de su sexo como mero formalismo científico, por resolver sus dudas antropológicas más que para ligar. Efectivamente, no lo hace de forma sexual ni sugerente, sino meramente informativa. Y la cosa no se queda ahí. En una de las escenas posteriores, de hecho, se produce la siguiente situación: Steve y Diana realizan un viaje en un romántico barco. Teniendo en cuenta que hace un rato ella lo había visto desnudo a él y que van solos en la barcaza, qué menos que pensar «pues ya está, ahora hay pinchito», debido al interés suscitado por ella en sus partes nobles. Pero no, amigos, no; en su lugar, se produce la siguiente conversación: Diana le anuncia que se ha leído los 12 volúmenes del tratado de los placeres del cuerpo de Clío, en los cuales se llega a la conclusión de que los hombres son esenciales para la procreación, pero innecesarios para el placer. Y es aquí donde se evidencia que, si bien la escena como tal, sacada de contexto, no estaría justificada por esta regla de tres, sí que creo que tiene un hueco dentro de la historia porque sugiere y da inicio a una conversación interesante entre un hombre y una mujer; una mujer, además, que acaba de entrar en contacto con algo totalmente nuevo para ella. El primer hombre que ve en su vida es Chris Pine y ni se ha desmayado de la impresión ni le ha lanzado las bragas a la cabeza; siente curiosidad y tiene una conversación sosegada sin que ésta se llegue a convertir en otra cosa.
Chris Pine, amigo… ¡Pasas a la siguiente fase!
Conclusiones
En general, cuando un desnudo no está justificado tu instinto te lo dice. Hay un breve instante de confusión, de je ne sais quoi, pero en el fondo lo sabes.
Un chivato adicional, por ejemplo, sería buscar el título de la película y el del actor en Google imágenes. Esta investigación me ha enseñado que los casos en que los primeros resultados incluyen una o más fotografías de la escena sin camiseta coinciden con los casos en que dicha escena no viene justificada por el guion. Mientras que si es una secuencia anecdótica o en la que se está desarrollando la acción suficiente como para no darte cuenta de eso te será más difícil encontrar una foto así entre las primeras sugerencias de Google… A no ser que completes la búsqueda con «shirtless», y ahí cada uno que haga lo que crea.
Esta metodología, sin embargo, no busca erradicar por completo los desnudos en el cine. No digo que eso tenga que pasar, o que las películas con desnudos de cualquier tipo sean menos relevantes. Cada película es un mundo y el género llama a lo que llama en cada caso; pero es evidente que en los últimos años se ha producido un cambio en la percepción de la sexualización de la mujer y paulatinamente se ha ido poniendo un remedio igual de contraproducente.
Ahora hay mucha más concienciación sobre el tema, es verdad; más debate sobre la importancia que se ha dado durante mucho tiempo a que hubiera una cara bonita por encima de una buena actuación -de hecho, parte del problema era que una actriz siempre iba a tener que trabajar el doble en su presentación que un actor, pues ellos podían obtener papales protagonistas con algo de tripita y una barba mal afeitada y ellas tenían que ser siempre jóvenes, de pelo cuidado y cuerpo esculpido y tonificado-, pero no parece ser, en determinados casos, una cuestión bidireccional. De alguna forma se le ha dado tal vuelta al asunto -con la intención de contrarrestarlo, pero erróneamente- que ahora la historia es la contraria, donde un actor cualquiera tiene que ser aspirante a culturista si lo que pretende, acaso, es brillar. ¿Esa era la meta? ¿No se supone que queríamos erradicar esta cultura de lo «físico»? En vez de sufrirlo unos y otros, ¿no sería mejor coaligarse para que no lo tuviera que sufrir nadie más?
Particularmente, creo que, en última instancia, la palabra final la tendría que tener la persona que se pone a trabajar frente a la cámara, y no los que se esconden detrás. Si esa actriz o ese actor te da el visto bueno y están conformes con la escena, adelante. Si no -y muchas veces es así-, tenemos que preguntarnos qué ha pasado; e, incluso, negarnos a actuar. Lo que quieren los actores -y las actrices- no son dobles raseros; es, simplemente, actuar. Si no, se habrían hecho modelos.
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