Música

En la España llena, el folk también existe

La música de «raíz», queriendo desligarse de los prejuicios y de los complejos que también asolan a la España vacía, vuelve más fuerte que nunca. ¿No querrás ponerte a escucharla tú también?

Las últimas impresiones azules de un día cualquiera del mes julio empiezan a desaparecer. La canícula en La Mancha no deja que en las noches se sienta siquiera algo de aire y la atmósfera se hace pesada. El reloj bordea las diez y cinco de la noche y en el escenario, por fin, los músicos empiezan a tocar. A lo lejos, alguien murmura con cierto desdén: «están tocando una canción mora». La frase es casi imperceptible, se desvanece con los instrumentos. Mejor. No hará falta que indique el lugar exacto donde esto ha sucedido porque la misma escena –e incluso, el comentario- se repite a lo largo y ancho del territorio español, en cada municipio que se atreve a contratar a una agrupación de música tradicional.

La insignificancia de lo aquí contado podría pasar desapercibida para muchos, pero, en ningún caso, para los interesados en el folklore nacional. Los músicos efectivamente interpretaban una pieza de inspiración árabe, como lo hicieron más tarde con jotas, seguidillas, sevillanas y música tradicional gallega. Melodías que nos suenan, que identificamos fácilmente, porque forman parte de nuestra idiosincrasia, aunque, sin reparo, menospreciemos una y otra vez. El folk parece ser un género de segunda, especialmente para aquellos que consideran que lo verdaderamente moderno está lejos de las raíces, lejos de los pueblos, lejos de la España rural, lejos, en definitiva, de aquella tierra rica en patrimonio, pero vacía de habitantes.

Así, en pleno debate sobre la España vacía y la pérdida de patrimonio que la despoblación conlleva, la recuperación de la música folk es la piedra angular del asunto. Cada vez más grupos van tomando relevancia e implicándose en ello. Los hay quienes prefieren mantener la esencia de la música tradicional y engalanarla con diferentes voces e instrumentos como Luar Na Lubre (Galicia), Acetre (Extremadura), La Musgaña (Castilla y León), Hevia (Asturias), L’Ham de Foc (Comunidad Valenciana) o Zas!! Candil (Castilla – La Mancha) o quienes –y aquí, viene lo interesante- la renuevan y mezclan con recursos absolutamente contemporáneos: Rodrigo Cuevas, Lorena Álvarez, Los Hermanos Cubero en el panorama más indie, Baiuca, Le Parody o Mercedes Peón en la electrónica y Silvia Pérez Cruz, Julia de Castro y María Rodés en la específica recuperación de coplas, boleros y cuplés. Cada uno con su particular interpretación. De este modo, se suele diferenciar el término «folk» de «música tradicional» por la modernidad, evolución y adaptación, también, a los nuevos métodos que este presenta aunque, a grandes rasgos, es extensible a todo el género.

Y digo que es la piedra angular porque representa la preocupación, la concienciación y el cariño hacia nuestra cultura y el enorme legado que esta nos deja. Con la reivindicación de nuestro folklore musical se recuperan aquellas letras populares que nos relatan cómo éramos entonces y quiénes somos ahora; se recuperan instrumentos de sonidos ya –casi- olvidados; se recupera, en definitiva, la banda sonora de nuestro pasado. Porque si algo de particular tiene nuestro patrimonio es su irreversibilidad; aquello que nos arriesguemos a perder es muy difícil que se regenere y con el patrimonio inmaterial, el problema, además, se complica porque la única manera de mantenerlo es mediante su propia reproducción o grabación. La contratación de una agrupación de música tradicional es una auténtica victoria que garantiza su preservación; toda muestra de desinterés, por el contrario, es síntoma preciso de nuestra falta de educación en patrimonio.

Aunque como vemos, por suerte, la tendencia está cambiando. Digna de aplauso –y continuando por esta misma senda- es la labor del programa Tarataña de Radio3, que cada fin de semana, pone música a los más madrugadores –deleite también para los insomnes- de 6 a 7 de la mañana. Se describen ellos mismos: «Tarataña surge como respuesta a un fenómeno interesante para las músicas de raíz nacidas en España: las últimas décadas han visto crecer un movimiento de recuperación, adaptación y divulgación de la cultura campesina y las músicas de raíz en nuestro país, que ha propiciado la revitalización de antiguos rituales festivos, la génesis de otros nuevos y el crecimiento de una organización social extensa y variada, que sustenta un nuevo paisaje ritual, colectivo y dinámico». Es, sin duda, hacia donde nos dirigimos.

En agosto, el calor se relajó y otro concierto tuvo lugar. Esta vez, el escenario era mucho más grande y la capacidad de asistencia triplicaba al anterior. Le Parody y Baiuca sobre las tablas. Ella con mesa para DJ-Set, adornada con mantones de manila; Baiuca con ordenadores, audiovisuales, cantantes y percusión. El público, inquieto, se revolvía en sus sillas anhelando poder levantarse. Algunos cantaban en «galego» y otros se emocionaban cuando, en aquella noche sin estrellas, se bailaba una muñeira para el disfrute de todos los presentes.

Esto ocurrió en Madrid; ocurrió en la capital. Porque, contra todo pronóstico, en la España llena, el folk también existe y está más vivo que nunca.

*Acompaña este artículo con la mejor banda sonora:

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