Literatura

Instapoesía: ¿moda o cambio de ciclo?

Todos hemos oído hablar alguna vez sobre instapoesía, sobre Elvira Sastre, Defreds o sobre el último galardonado del premio ESPASAesPOESÍA, Rafael Cabaliere. Y para bien o para mal, según los gustos de cada uno, parece que hablamos de un formato que ha venido para quedarse.

Ojalá supiera escribir tan bonito como tú pestañeas.

Defreds

Mucho se viene hablando, tanto en artículos periodísticas como de investigación académica, de esa nueva literatura surgida en las redes sociales, especialmente en Instagram, y que se ha dado en llamar instapoesía. Su indiscutible éxito, principalmente en el sector adolescente, ha estado siempre acompañado de críticas y polémicas, como las surgidas a raíz de algunos premios literarios. Ya el pasado año asistimos a un episodio de esta naturaleza con motivo del premio Biblioteca Breve de la editorial Seix Barral, cuyo prestigio se puso en entredicho al nombrar como ganadora a Elvira Sastre por una obra que tuvo más detractores que defensores. Pues bien, hace tan sólo unas semanas la polémica se reavivó a propósito del fallo del joven pero relevante premio de poesía ESPASAesPOESÍA. De su ganador, Rafael Cabaliere, además de la calidad de sus versos se llegó a cuestionar incluso su propia existencia, por el contraste existente entre su veloz crecimiento en las redes sociales y su poca interacción en las mismas. Tanto en un caso como en otro, las críticas apuntan en la misma dirección: el menosprecio de lo que podríamos denominar el valor intrínseco-cualitativo de una producción literaria en favor de un factor extrínseco-cuantitativo. Es decir: calibrar el valor literario de un autor en función de su número de seguidores en las redes sociales.

Hay que recordar que esta nueva literatura es heredera de un movimiento literario surgido a comienzos de nuestro siglo conocido como alt lit (alternative literature), un término ya ambiguo de por sí que refleja la indeterminación que existe a la hora de intentar trazar los puntos en común entre sus integrantes, más allá de la brevedad de sus escritos, el uso de un lenguaje coloquial y directo, y la predilección por su publicación en la red. A este respecto, más reciente pero igualmente esencial fue el papel jugado por la poeta e ilustradora indocanadiense Rupi Kaur, responsable de popularizar un tipo de publicaciones literarias en las que adapta esta alt lit a los nuevos medios, concretamente Instagram. Desde finales de 2013, de hecho, la artista ha logrado que sus escritos se difundan y se popularicen rápidamente en el ámbito internacional con un formato fácilmente reconocible, tanto para los lectores de instapoesía como para los usuarios de internet en general.

En España, por ejemplo, diversos jóvenes escritores también se hicieron eco de esta nueva forma de escribir -y hasta concebir- la literatura, entre los que hay que destacar el caso de Defreds y el de Elvira Sastre, quienes han obtenido un gran éxito en las redes e incluso fuera de ellas, gracias a sus publicaciones en papel y a los eventos poéticos que han organizado. Así pues, han conseguido hacer de la poesía un auténtico fenómeno de masas, gracias a un canal -las redes sociales- que ha posibilitado, según ellos mismos afirman, la democratización de la poesía. Actualmente, son muchos más los instapoetas que cuentan en sus perfiles de Twitter y, sobre todo, de Instagram, con un número muy elevado de seguidores. Estas nuevas generaciones de instapoetas, pertenecientes a la denominada «generación Z», cuentan -además con la ventaja de haber alcanzado su actual popularidad a un ritmo mucho mayor, pues ya se han encontrado el camino abierto por sus predecesores.

Respecto a la clave de este éxito, habría que hablar de un factor literario y de otro extraliterario. En cuanto al primero, lo cierto es que todos estos instapoetas comparten las características propias de la alt lit, especialmente en lo referido a la brevedad del mensaje y al empleo de un lenguaje coloquial, pero haciendo un especial hincapié en la temática amorosa y en la estética visual. Se trata, en general, de textos carentes de recursos literarios, exceptuando en algún caso el uso de la metáfora y, por supuesto, el empleo de juegos de palabras, que es, sin duda, el recurso más empleado: «Gracias por el olvido, me hizo / recordarme» (Loreto Sesma). En cuanto al factor extraliterario, encontramos en estos autores una sobreexposición de sus vidas en las redes sociales, generando así en sus seguidores una sensación de cercanía, potenciada por la posibilidad de interactuar virtualmente con ellos.

Por todo esto, y aunque no faltan autores que han hecho público su interés por alguno de estos escritores (como el Premio Nacional de Poesía Luis Alberto de Cuenca), lo cierto es que desde los círculos académicos predomina un rechazo generalizado hacia este nuevo fenómeno literario. Valga como ejemplo La lira de las masas, el último ensayo publicado a este respecto por Rodríguez-Gaona. El error consiste en creer que este tipo de creaciones pretende alzarse como la nueva poesía, cuando ningún instapoeta ha declarado jamás algo semejante; por el contrario, no pretenden más que ofrecer una nueva poesía, es decir, solo una opción más y particularmente enfocada al público juvenil. Por tanto, es igualmente erróneo referirse a ella como poesía millennial, pues también podemos encontrarnos, del mismo modo, a poetas exitosos pertenecientes a esta generación y cuya poesía es radicalmente distinta a la de estos otros poetas de los que hablamos, como ejemplifican los casos de Elena Medel o Ben Clark. De hecho, este último publicó hace unos meses en su cuenta de Instagram un texto crítico en clave de humor y que tituló «Decálogo para el/la poeta de Instagram», cuyos puntos más relevantes eran los siguientes:

  • Que sea un juego de palabras no lo convierte en poesía.
  • Lo bueno, si breve, debe ser dos veces bueno.
  • No sustituyas una verdad con una obviedad.
  • Basta de buenrollismo, eres poeta. Envidia y apuñala.
  • No digas abrazo, construya un poema que abrace.

Quizás aún sea pronto para emitir un juicio de valor sólido sobre este fenómeno literario, pero lo que es evidente es que sus autores han conseguido hacer un tipo de poesía atractiva para la juventud, sirviendo en muchos casos como puente hacia una literatura más «académica». Por lo que, perdure más o menos en el tiempo, al menos les debemos de reconocer esta aportación: el mérito de haber logrado tender puentes y animar a los más jóvenes a escribir, a sentir y a leer.

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