Artes Escénicas Entrevistas

¿Ha muerto El Pavón Teatro Kamikaze? ¡Larga vida al rey! (una historia de amor ft. Pablo Remón)

Del mismo modo en que los franceses se despedían de sus monarcas en la Edad Moderna, nosotros nos despedimos, junto al director de escena y dramaturgo Pablo Remón, de El Pavón Teatro Kamikaze: «El rey ha muerto, ¡viva el rey!».

Tal y como dice el personaje de Jimmie Langton, interpretado por Michael Gambon en la película Conociendo a Julia (2004), «todo vale en el amor y en el teatro». De hecho, ¿qué es el teatro, si no? Ahora que El Pavón Teatro Kamikaze se despide para siempre -o no, ojalá-, paso a relatar la que para mí, unilateralmente, fue una pequeña historia de amor; aunque, por supuesto, no fue una historia de amor convencional.

¿Saben ustedes cuando uno se enamora locamente, pero de lejos? Sí, hombre, como a todos nos ocurre a veces en el cine, en un estadio, en un concierto, en un parque, en los aeropuertos… Sobre esa sensación, la escritora Silvia Herreros de Tejada, en su primera y fantástica novela La mano izquierda de Peter Pan (Espasa, 2017), escribió: «El aeropuerto como no-lugar: nuevos mundos paralelos del siglo XXI», justo cuando su protagonista caminaba «con paso firme hacia la puerta de embarque C53 del aeropuerto de Barajas, mirando a los ojos a cualquiera que se cruzara con él», pensando, sobre todo, en «las tramas inimaginables de las vidas ajenas». En el teatro, evidentemente, también ocurre esto; y, para mí, El Pavón será siempre mi no-lugar favorito, mi mundo paralelo predilecto. Pero he de admitir una cosa: jamás entré.

Me explico. En julio de 2018 había comprado una entrada para ir a ver allí una obra solo por primera vez. La obra en cuestión era El tratamiento, de Pablo Remón, pero justo antes de entrar tuve una pequeña bronca telefónica con alguien que me importa demasiado y no tuve ni fuerzas. Sin saber muy bien por qué, no volví a intentarlo.

Tiene el escritor Daniel Capó una sección en su blog que me ayuda a explicar este proceso. Se titula ‘Los libros que no he leído’ y consiste en una serie de entrevistas a diversas personalidades del mundillo cultural en las que se plantea, exclusivamente, una pregunta: «¿Qué libro que no has leído te ha influido más?». Estos días, y con la triste despedida del Teatro Kamikaze a cuestas, no he dejado de hacerme esa pregunta; pero referida al género dramático: «¿Qué teatro al que no has ido te ha influido más?», y la respuesta es siempre la misma: El Pavón. No obstante, la obsesión ha llegado hasta tal punto que he tenido que ponerme en contacto con el mismísimo Pablo Remón para usarlo como expiador, como celestina, como alcahuete. Para mandarles a los miembros de El Pavón Teatro Kamikaze, con su ayuda, una particular declaración.

En el fondo, siento que a él también se la debo; o a su compañía entera, más bien. No en vano, LA_ABDUCCIÓN (que está conformada a su vez por el actor y productor Francisco Reyes y por la propia Silvia Herreros de Tejada) también está sufriendo por la pérdida. Para ellos, «el Teatro Kamikaze ha sido muy importante. Gracias a los cuatro socios del Pavón hemos podido desarrollar un montón de obras en total libertad, y eso ha sido una auténtica maravilla». Para Pablo, «ha sido, es y será siempre, aunque ya no exista, mi casa. Yo me he sentido como en casa, la verdad; y eso es muy hermoso. Por otro lado, aparte de la experiencia individual, creo que El Pavón también ha sido muy importante para esta ciudad y para el teatro madrileño, en general. Revolucionaron la manera de hacer las cosas: hicieron un tipo de teatro que tenía mucho público y, a su vez, muchísima exigencia y muchísima calidad. Mezclaron aspectos que no se habían mezclado nunca, y eso es algo que consiguieron ellos; y ahí queda».

Claro, con esta despedida, qué decir. Uno se creía romántico hablando del teatro como no-lugar, pero es que el teatro es, en el fondo, «el lugar del encuentro», un «encuentro entre dos: entre uno que mira y otro que hace; y como el encuentro siempre es el amor, ese hallazgo que sucede entre el público y los actores siempre es amoroso».

¡Guau, Remón! Casi no me atrevo a confesarle que la discusión que me impidió ir a ver su obra y, por tanto, asistir al Pavón fue de índole amorosa -y un poco política-; pero se lo digo. Y también le admito lo curioso que me pareció en su momento que, sin haber ido al teatro, hubiese tenido la ocasión de vivir un auténtico drama. Es que «el hecho escénico se manifiesta en otros lugares, claro», me contesta. «El drama se manifiesta en el teatro, precisamente, porque está en la vida, y no al revés. El drama es la vida, permanentemente; y todo lo que hacemos en la vida es puro teatro. Lo que tenemos encima de las tablas yo diría que es una decantación de todo eso; pero, claro, nace de la vida real».

¿Cómo es posible que Pablo, sin conocerme de antes, sepa tanto acerca de mis dramas internos? ¿Está jugando conmigo? A ver: sé que, para él, «el teatro es, sobre todo, un lugar para jugar. Un sitio donde todo es posible, donde uno va inventando las reglas sobre la marcha y puede llegar hasta donde quiera». También, «un espacio de libertad, un sitio donde probar, donde inventar; y sigue siéndolo». Pero es que me ha descrito perfectamente: esta vez no puede ser un juego, estoy seguro.

¿Habremos de encontrar en el teatro, acaso, nuestro reflejo?, me pregunto. Con todo lo que me ha contado Pablo como dramaturgo y como amante del Teatro Kamikaze llega un momento en que me arrepiento demasiado por haber llegado aquel 12 de julio de 2018 a las puertas del Pavón y no haberlas traspasado. Me aflige irremediablemente, la verdad; y, como último favor, pido consuelo. «Yo creo que las cosas nunca se dejan de hacer del todo», afirma. «Las cosas que no se terminan de hacer siempre pueden resurgir de alguna forma, de otra manera; pueden volver, nunca se mueren por completo. Al menos así ha sido para mí: siempre he podido recuperarlas».

Que Dionisio te oiga, Remón, y que dentro de poco podamos recuperar El Pavón Teatro Kamikaze; ese teatro al que, sin haber llegado a ir, considero como a uno de los más importantes de mi vida. Curiosa historia de amor la nuestra, ¿no? Pero, tal y como decía Jimmie Langton, en el amor y en el teatro -precisamente- «todo vale», incluso la reencarnación; o como dirían los franceses hace siglos: ¿Ha muerto el rey de los teatros? ¡Larga vida al rey!

*Un millón de gracias a Silvia y a Pablo por hacer posibles estas palabras.
*Imagen de cabecera tomada por Vanessa Rábade y cedida por LA_ABDUCCIÓN.

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