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Volver a empezar con Christina Rosenvinge

Hablamos de música y literatura con la artista madrileña en una entrevista que constantemente se balancea sobre un principio y un final. Y solo gracias a ello, esto ha sido posible.

Si, tarde o temprano, este texto tiene que comenzar, hagámoslo -como ella- de la siguiente manera: «Los años tranquilos se olvidan. Los días sin sobresaltos, donde el tibio discurrir de las horas es un murmullo inapreciable, pasan de largo con elegancia y se van amontonando unos sobre otros. La memoria se ocupa de entresacar con pinzas lo que resalta, lo extraordinario -sobre todo lo doloroso-, y lo enmarca para la posteridad. Así estamos hechos». Efectivamente quien lo dice es Christina Rosenvinge en el inicio de su libro Debut (Literatura Random House, 2019). Es el preludio a unas páginas a punto de recorrer la vida oculta tras sus canciones. O dicho de otra forma: es el preludio a los cientos de principios que pueden estallar cuando una canción acaba y otra empieza, algo que, como en todos los aspectos de la vida, hilvana lo extraordinario y lo enmarca para la posteridad. Porque, aunque los principios – sean del tipo que sean- pueden dar mucho vértigo, siempre producen una bonita e incontrolable agitación para el recuerdo y este libro está repleto de ellos.

Rosenvinge, con cada proyecto nuevo, ha pretendido romper con el anterior en su continua huida hacia delante. Cuando hace 2 años se embarcó en la andadura de publicar un libro, lo hizo con el firme propósito de recopilar todas las letras de sus canciones en un único volumen. A la vez, cada disco -es decir, cada capítulo de su vida- estaba acompañado de una breve introducción con los detalles más especiales de su creación. Además, Joan Pons, al final de Debut, escribe la siguiente descripción: «Existe solo una Christina Rosenvinge que continuamente está creando a partir de la auto-interrogación, de la imposibilidad de atraparse a sí misma en presente, de un selfie que siempre sale movido». Lo hace porque necesitaba encontrar cuál era la faceta más personal, más verdadera de Christina, siendo consciente, casi al mismo tiempo, de que simplemente representa todas ellas -y todas las que vendrán- y que eso es lo que la hace tan única.

El pasado jueves 11 de febrero fue invitada por el Centro de Cultura Contemporánea Condeduque para participar en ‘Los Nuevos Comienzos‘, el tercer punto de fuga de los diálogos comisariados por Giselle Etcheverry Walker para el Área de Pensamiento. Fue una ocasión ineludible para charlar con ella sobre el -nada fácil- arte de volver a empezar. Cada pregunta en la conversación incorporaba un principio intrínseco que pudo -o no- llegar a realizarse; cada pregunta de la conversación intentó transitar entre lo musical y lo literario, orbitando constantemente alrededor de la misma cuestión: ese festival del eterno empezar.

PREGUNTA: A lo largo de tu carrera profesional, has explotado todos tus perfiles. En 2019, publicaste Debut, recientemente has interpretando a la Baronesa Blixen en la película Karen de María Pérez Sanz o, hace tan solo unos días, has sacado una colaboración en el nuevo disco de Los Hermanos Cubero, cantantes de un género que, aparentemente, te pilla muy lejos: el folk manchego. Y así, con otras muchas cosas. En la vida, como dice el refrán, ¿todo es empezar?

CHRISTINA ROSENVINGE: ¡Todo es ponerse! Sí, es verdad que últimamente he colaborado, por ejemplo, en proyectos flamencos desde que hice la letra para Rocío Márquez y ahora también con Los Hermanos Cubero. Desde luego que la jota es un género que no me puede quedar más lejos aunque, en realidad, yo tengo una enorme influencia de la música folk. La llevo en el ADN. De hecho, los ritmos ternarios como el ¾ se adaptan particularmente bien a la cadencia del castellano. Escribir en ¾ resulta bastante natural por cómo se distribuyen los acentos y por cómo es el idioma. Me acuerdo de que cuando empecé a componer en los años 90 escribía mucho así y mis compañeros me decían: «¿Qué? ¿Ya has traído otra jota?». Me fastidiaba que me lo dijeran, pero luego ha resultado ser una referencia maravillosa.

Pero sí. De hecho, creo que la principal razón por la que me han llamado para este ciclo es porque, a lo largo de mi carrera, he tenido un número inusual de «cortes y vuelta a empezar». No es tan normal que la gente haga lo que yo he hecho tantas veces que suele ser coger algo que funciona muy bien y decir: «aunque parezca que esto puede ir más lejos, ha llegado simplemente hasta aquí». Y entonces, lo dejo y vuelvo al inicio. Pero nunca me lo he planteado como un esquema que repito y repito, sino más bien como la manera en la que yo funciono. No tengo miedo a dejar las cosas y volver a empezar porque tengo mucha fe en que van a salir bien. Si la gente no lo hace así es por lo que también nos sucede en el día a día: cuando te conformas con lo que tienes, aunque eso no te acabe de gustar, es porque tenemos miedo a que lo siguiente sea más difícil o directamente no ocurra. En definitiva, por no perder seguridad.

P. Pero entonces, por tu experiencia, ¿podría pasar también que uno llegue a engancharse a los principios y a las sensaciones que estos producen?

CR. Pues sí, claro. En el amor, sin embargo, es donde a mí me parece menos excitante esto, ¡fíjate! Porque la cantidad de energía que tienes que gastar en iniciar una nueva relación es una energía brutal, una energía como de una central atómica. Y puede ser muy frustrante si toda esa energía no va finalmente a ningún sitio. Además de que no depende solamente de ti, sino de la otra persona.

P. Por otro lado, tu libro justamente se titula Debut, ¿te sigues sintiendo principiante al escribir, incluso canciones? ¿Alguna vez se llega a interiorizar que se es escritor -o letrista, si lo prefieres- profesionalmente?

CR. Cuando utilizas la palabra profesional nunca sabes si eso supone un upgrading, como dicen en las líneas aéreas, o todo lo contrario: si es un insulto, porque «profesional» muchas veces implica perder la condición de lo que se hace por amor. Lo profesional parece que se hace por dinero y estas son profesiones que se hacen por amor, no por dinero, aunque sea verdad que sin dinero no se vaya a ningún lado.

P. Debut es la reivindicación de las letras de canciones como forma de literatura. En el prólogo de la Obra lírica completa de Nick Cave, se dice que «si los letristas son poetas, ¿qué es, entonces, un poeta? ¿Acaso un hombre orquesta sin orquesta?». La música sin literatura existe y la literatura sin música también, pero, en ambos casos, la ausencia de una de ellas acaba en fracaso. ¿Por qué se sigue banalizando las canciones de la música pop?

CR. Pues porque están conectadas a lo popular y a lo oral y porque es un arte relativamente joven. También, y esto lo explico en el ensayo dentro del libro, la letra de una canción, -de una canción o también de un aria en la ópera- está al servicio de la melodía. La letra se escribe para que complemente a la melodía y esa simbiosis se construye en base al sonido más que al significado. Sin embargo, si das con las palabras adecuadas potenciadas por la melodía se convierten en eternas. Consiguen trascender y llegar de una manera que la poesía muy pocas veces alcanza. O sea que yo pienso, ¡por supuesto!, que las letras son una forma literaria y que además dependen de la música, lo que tiene mucho más mérito y mucho más oficio a la hora de escribirlas. Y son también una forma literaria porque, durante años, las letras de las canciones han influido muchísimo en los escritores. No son un arte menor ni mucho menos.

P. Sin embargo, la trayectoria natural de la música parece encaminada últimamente a liberarse de etiquetas y géneros, ¿cómo ves el panorama musical en España en cuanto a nuevas tendencias?

CR. No creo que eso sea únicamente cosa de la música actual. El pop es un género absolutamente bastardo, lo que metas dentro de la coctelera depende de cada época. Podemos pensar en cuando la rumba invadió el pop en España; en las fusiones de folk y pop; en las de música negra y música blanca en Estados Unidos; en la unión de música melódica y rock en Italia… Sí que creo que, con las últimas generaciones, ha habido una ruptura. Toda la generación trapera y las que han venido detrás no han tenido tanto interés en las guitarras eléctricas, por ejemplo. Esas rupturas vienen muy bien de vez en cuando, porque es indicativo de que una generación quiere definirse contra la anterior.

P. ¿Y qué sucede, por ejemplo, con Cupido?

CR. Efectivamente Cupido nace de un matrimonio entre una banda pop y un trapero pero la razón por la que han trascendido tantísimo es, sin duda, por el poder de la melodía.

P. Sea como sea, sentencias diciendo que «ninguna forma de arte penetra en el alma tan profundamente como la música». En otra vida, ¿habrías vuelto a ser cantante?

CR. Esa es una gran pregunta. En primer lugar, no pienso que sea cantante. Si solamente cantara, posiblemente no me hubiera dedicado a ello, para mí es todo el conjunto. No sería cantante si no escribiera canciones y con los años, de hecho, he intentado abarcarlo todo, también la producción de los discos. Como digo, es todo el conjunto en sí hasta que este se presenta al público. Pero es una pregunta imposible de responder. Para que yo me dedicara a la música, tuvo que darse el factor casual de que cuando yo era adolescente salía con la pandilla de mi hermana mayor e íbamos a conciertos todo el tiempo. Mi primer interés, sin embargo, fue por las artes escénicas, el teatro y la danza y al empezar a ir a tantos conciertos, se abrió la música como una posibilidad. Si en mi tiempo los menores de 18 no hubieran podido ir a conciertos, no habría ocurrido lo mismo.

P. En otras entrevistas, también has dicho que, para ti, «el arte tiene el poder de sublimar la derrota, la debilidad y la resistencia». Sin conflicto no hay historia, ¿no?

CR. Me extraña mucho cuando la gente me pregunta «¿por qué no escribes canciones felices?» y yo siempre les devuelvo la pregunta: «¿Y por qué Shakespeare escribió sobre todo dramas?». Si tu vida va como tiene que ir y todo funciona maravillosamente bien, no tienes historias que contar en una canción. El arte habla siempre de la superación del conflicto o de la fatalidad del destino. Pero sin conflicto, sin drama, no hay aventura. Una vez tuve una discusión en una mesa feminista porque argumentaban que los cuentos clásicos –e incluso los de ahora- empezaban matando a la madre y yo defendía que, en ese caso concreto, no veía sexismo por la simple razón de que, si la madre no se muere, el niño no se hubiera perdido, solo habría hecho los deberes y metido en la cama después. Tiene que desaparecer la madre para que ocurra algo extraordinario.

P. Llegados a este punto, retomemos el inicio. En el diálogo de ‘Los Nuevos Comienzos’ del centro Condeduque, se plantea la cuestión «¿qué significa comenzar?». Tras haber echado la vista atrás para escribir el libro y haber empezado mil veces de nuevo con cada disco, ¿cómo responderías, pues, a esa pregunta?

Comenzar es siempre una oportunidad muy valiosa. Si te quieres llenar los bolsillos de algo, lo primero que tienes que hacer es vaciarlos porque si no, no cabe nada más en ellos. No puedes encontrarte cosas nuevas si tienes lo bolsillos llenos; hay que tener la capacidad de crear el vacío y luego confiar en que ese vacío se va a llenar. Hay un momento de vértigo cuando no sabes qué va a ser lo que llene ese vacío: no sabes qué va a ocurrir cuando acaba una relación, cuando te mudas de casa o cuando rompes un contrato esperando que salga otra cosa, pero hay que tener fe en que cuando te quedas con las manos vacías, la naturaleza, la vida, el devenir va a proveer.

*Fotos de Christina Rosenvinge cedidas por el Segell del Primavera

1 comments on “Volver a empezar con Christina Rosenvinge

  1. ¡Muy interesante!

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