Qué curioso, hoy cumplimos dos años. Y aunque llevemos desde 2020 reflexionando acerca de nuestra identidad y de nuestro papel en el mundo, no ha sido hasta ahora que nos ha dado por pensar una respuesta y revelarnos impacientes. Porque, claro, a estas alturas -y para quienes lleguen nuevos-, ¿cómo definirnos?
I
En primer lugar, no termina de convencernos el hecho de hablar de nuestros logros en pasado. Si fuera así, este artículo no sería más que un enorme agradecimiento y una desmedida celebración de todos y cada uno de los artículos y entrevistas que hemos publicado, es decir: los textos irónicos y perfectamente hilados de Sergio Vázquez, las píldoras nostálgicas y ensoñadoras de Manuel Molina, la visión ultramarina de Victoria Ocaña, la tierna radicalidad de Pol Cirujano, el compromiso periodístico de Esteve Vallmajor, la magia, la pedagogía y la inabarcable sabiduría de Marius Bomholt, la acidez -que se compensa con un vasitodaguacongas-, la elegancia y el estímulo intelectual que provoca todo lo que escribe Jorge Trujillo, la retórica y las fuentes -iba a decir bibliografía, pero es que también tienen cierto componente arquitectónico- de los ensayos de Diego Madera, la generosidad de Eduardo Laporte, la poesía -porque «filosófico es el preguntar, y poético el hallazgo», como decía María Zambrano– de las entrevistas de Rodrigo G. Marina, la exuberancia de Adam Zmith y su ensayo sobre el popper, los destellos de amistad de José Andrés López, la explosión de color -y no sólo visual- que nos aportó Ana Moreno Morales, la ilusión, el cariño y el talento de Diana Montané, la perseverancia y la calidad de Carlos Alejandro Noyola o lo punki -¡viva lo punki siempre!- de las reseñas de Alejandra Vanessa. También sería un recopilatorio de ovaciones destinado a las increíbles respuestas de Brenda Navarro, Elaine Vilar Madruga, Lungyin Lim, Jorge García-Berlanga, Pilar Adón, Bob Pop, Remedios Zafra, Bruno Patino, Rubén Pozo, Daniel J. Meyer, Alejandro Morellón, Adrián Fauro, Marina Garcés, Paulina Flores, Marta Sanz, Lana Corujo, Sara Mesa, Manuel Mata, Marta Jiménez Serrano, Rodrigo Arahuetes, Ángel de la Torre, Marta Barrio, Javier Correa y Eduardo Chivite -¡Guau!-, así como a las infinitas y siempre afables contestaciones vía WhatsApp o e-mail de gente importantísima para nosotros -y para el proyecto-, como Izaskun y Mase, de la Librería de Mujeres de Santa Cruz de Tenerife, Giselle Etcheverry Walker, Raúl Alonso, Nuño González, Alexandra Semenova, las amigas del Colectivo Mentes Inquietas y los increíbles tramoyistas del mundo cultural, como pueden ser los editores y chicxs de prensa de lugares como Fulgencio Pimentel, Dos Bigotes, Sexto Piso, Cántico, Barbarie, Barrett, Candaya, La Caja Books, Editorial Dieciséis, Teatro del Barrio, Condeduque y muchos, muchos más, a quienes de antemano pediríamos disculpas por no haberlos mencionado. Sea como sea, y al no gustarnos demasiado la idea de hablar del pasado, este no sería nunca nuestro artículo soñado.
y II
En el fondo, y tal como escribiera J. M. Caballero Bonald, todos y cada uno de nosotros -incluidas las publicaciones culturales- «somos el tiempo que nos queda», aunque si atendemos a la realidad del momento presente esa afirmación nos llevaría a confesar que irremediablemente somos nada, que no tenemos tiempo para más, que vivimos sepultados bajo el inconmensurable peso de las obligaciones diarias.
«No tengo tiempo, que es la frase que dice la gente cuando no tiene voluntad» o «No tengo tiempo. Sé que esa es la frase que dice la gente cuando no tiene fuerzas. Pero es la verdad: no tengo tiempo», apuntaba irónicamente Marta Jiménez Serrano en su novela Los nombres propios (Sexto Piso, 2021), y es algo que perfectamente podríamos utilizar nosotros mismos para resumir este segundo año. Pero, entonces, sin tiempo, sin fuerzas y sin voluntad, ¿quién diría que estamos preparados para encarar otros 365 días? De nuevo, el poema de Caballero Bonald consigue dar en la diana, a pesar de que no perfore el blanco: «¿Cómo evitar el simulacro, / cómo vivir sin desvivirnos? / Surcan los días por tu vientre. / Somos el tiempo que nos queda».
Efectivamente, este es el auténtico misterio del mañana: cómo vivir sin desvivirnos, reconquistar los segundos, volver a convertir los temporizadores en cronómetros, seguir disfrutando de lo que hacemos sin exigencias autoimpuestas. Y es que la intensidad del viaje la soportamos gracias a la compañía, las vivencias y las lecciones valiosísimas que nos llevamos cada día; y aunque puede que en algún momento del camino necesitemos pararnos, tomar aliento, descansar y redefinir nuestros plazos y objetivos, no tenemos la intención de detenernos. De todos modos, si alguna vez os entra la duda, regresad al poema de Caballero Bonald y confiad en la siguiente sentencia: «No te preocupes no me he ido, / ¿cómo iba a irme sin saber? / Somos el tiempo que nos queda».
¡Feliz 2º anipoppersario!
¡Muchísimas gracias a todxs los que estáis ahí!
*Diseño de cabecera: @wanna.be.____
0 comments on “Año II: somos el tiempo que nos queda”