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Venenos o remedios: la paradoja de la química

'El libro de los venenos. Las drogas de la A a la Z' (La Caja Books, 2021) resume los saberes farmacológicos de Antonio Escohotado en un solo ejemplar.

Cuando el Imperio chino supo que sus súbditos intercambiaban opio con los portugueses, abolió su comercio. Nunca exigió la retirada de los cultivos, ni tampoco prohibir el uso del producto. Aquellos que incumplieran la norma, traficando o regentando fumaderos, serían castigados con la pena de muerte por estrangulamiento. La medida, en cambio, elevaría los niveles de corrupción en la Administración. El régimen, tajante, volvería a endurecer la ley. Y la población, contestataria, seguiría drogándose. Comenzaba una época dorada para el contrabando. 

Todo esto, considerado como los antecedentes de las guerras del opio, nos lo recuerda  quien fuera uno de los mayores expertos en narcóticos: el filósofo Antonio Escohotado. No obstante, esta vez el conocimiento nos lo hace llegar Raúl E. Asencio, quien ha desempeñado una meritoria labor de edición, seleccionando cuidadosamente los saberes escohotadianos en esta materia, que en su día fueron recogidos en la inconmensurable Historia general de las drogas y también en otros apéndices que cambiaron de nombre en reediciones sucesivas. 

Ahora, El libro de los venenos. Las drogas de la A a la Z (La Caja Books, 2022), que, por cierto, recupera el título de uno de esos extintos ejemplares, enumera en orden alfabético todo lo que consumidores, o no, deben saber sobre sustancias: orígenes, fenomenología, posología… en un solo tomo. Algo seguramente mucho más asimilable, en comparación con obras predecesoras, para aquellos que, o realizan su primer acercamiento a la vasta bibliografía del autor, o no atesoran un gran manejo técnico de la vertiente más alucinógena de la química.

Según dejó escrito Escohotado, los elementos que consideramos drogas pueden arrojar —además del oprobio convencional que nadie ignora— beneficios analgésicos, estimulantes o visionarios. Eso sí, siempre y cuando, he aquí la cuestión nuclear, se cumplan dos reglas a rajatabla: que mantengan un estado cercano a la pureza o, al menos, de poca adulteración; y que la toma se efectúe de manera adaptada a la biología del usuario. Aunque, al cabo, esa frontera siempre haya sido demasiado compleja de fijar.

Así, la heroína en dosis no psicoactivas aumenta las defensas y corta los procesos de tos; la MDMA potencia la empatía mejor que pocos fármacos; y el LSD hace lo propio con la capacidad introspectiva y los sentidos. Al final, como él mismo solía decir cuando hablaba de este tema, los usos representan la paradoja de la soga: sirve al escalador para hacer cima, al marino para recoger las velas y al suicida para ahorcarse, pero no tiene culpa de ninguna, las tres opciones simplemente están entre sus cualidades.

Portada de ‘El libro de los venenos. Las drogas de la A a la Z’ (LaCaja Books, 2022), de Antonio Escohotado.

Las anteriores averiguaciones, sin embargo, llevarían al propio Escohotado a dar con sus huesos en una celda. Todo, después de ser envuelto, a modo de enlace, en un intercambio de cocaína poco amistoso entre la mafia corso-marsellesa y la Brigada Central de Estupefacientes de Madrid. Un suceso que, además, se producía apenas pasados unos meses de una aparición suya en televisión, en La Clave de José Luis Balbín, en la que defendía el libre albedrío para consumir drogas.

La detención le sorprendería en Ibiza, mientras hacía la revolución sexual junto a hippies y se adentraba en los pliegues de la psicodelia en compañía de la Hermandad del Amor Eterno. Las más de las veces, no es difícil de entender, sin demasiada separación entre ambos grupos y quehaceres. Al tiempo que se desempeñaba como docente de Filosofía en la UNED, faceta funcionarial que le valió un gran revuelo mediático. 

En cualquier caso, quizá la parte más didáctica del manuscrito, por su esclarecedora visión de conjunto, sea la que relata el recorrido de cada sociedad con los fármacos, pues se hace cristalino que, en ocasiones, la contumacia de los dirigentes por la prohibición ha acabado generando episodios indeseables en pro de la salud pública, cuando en no pocos casos escondían intereses subyacentes como el mal al adversario comercial. 

A día de hoy, en parte gracias a Escohotado, sabemos que la metadona dispensada a raudales no fue precisamente el mejor de los remedios para limpiar las venas del heroinómano primigenio, puesto que resultaba más tóxica incluso que las variedades más usuales de la sustancia a erradicar; que el crack, representativo de la miseria, surgía a consecuencia del acoso a la cocaína por parte de la DEA; y también que las nuevas drogas, muestra inequívoca del devenir de las leyes naturales, acabaron colmando el mercado a modo de sustitutivos por la lucha contra los estupefacientes previos. Casi nada.

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